miércoles, 1 de octubre de 2008

La actualidad hermenéutica de Aristóteles.




La hermenéutica debe entenderse lógicamente como problemática de la relación entre lo general y lo particular, cada uno por separado. Propiamente Aristóteles no habla de la hermenéutica sino que toma la adecuada valoración de la razón en cuanto actúa moralmente. En este punto es necesario hablar de la ética aristotélica como disciplina autónoma y debe ser comprendida como el esfuerzo para solidificar la actitud del hombre[1].
Es necesario comprender que el sentido moral busca juzgar las acciones en buenas y malas, si lo bueno para el hombre se encuentra en lo práctico, o en cualquier otro estado, entonces el saber moral comprenderá que actuar por deber exige el comportamiento general. Todo sentido de la acción pretende determinar una situación. Aristóteles pone el problema ético en un terreno donde no admite ninguna exactitud como lo hace la matemática.
El fenómeno ético se da en quien actúa, en quien decide por sí mismo y quien tiene una autonomía sobre su conciencia moral. ¿Cuál es el objetivo de la conciencia moral? Se cree que es ilustrarse a sí misma e ilustrar los grandes rasgos de los fenómenos que se presentan. Su empeño constante debe ser mantenerla a lo largo de las situaciones concretas de la vida, como lo expone Aristóteles en la Ética a Nicómaco.
El problema hermenéutico se aparta de un saber puro, separado del ser, pero lo que nos interesa aquí es encontrar el equilibrio en el pensamiento socrático-platónico sobre todo en cuanto al ethos, pues bien en el siglo XIX la ciencia moderna muestra una consecuencia de la falsa observación, pues el saber moral como lo escribe Aristóteles no es evidentemente un saber objetivo sino que quien conoce se ve interpelado por los hechos.
“Es claro que esté no es el saber de la ciencia. En este sentido la delimitación de Aristóteles entre el saber moral de la phrónesis y el saber teórico de la espíteme es bien sencilla, sobre todo si se tiene en cuenta que para los griegos la ciencias pragmáticas son las matemáticas”
[2].
[1] Cfr. GADAMER, Hans Georg. Verdad y método: La actualidad hermenéutica de Aristóteles. Pág. 383.
[2] Ibíd. Pág. 385-386.

Kant y el proyecto de una teoría crítica de la sociedad.


Toda teoría crítica pretende ofrecer una descripción objetiva de la realidad. Esto está vinculado con las teorías surgidas acerca del conocimiento verdadero para acceder a una visión sub specie aeternitates que permite trascender a la pluralidad de las perspectivas. Un caso de esto es el marxismo en la cual se afirma que la perspectiva del proletariado ofrece una visión universal de la sociedad.
[1] Estos argumentan por medio de algunas tesis que las ideas de la clase dominante marca cada época, pero se agrega también que esta se encuentra comprometida en un orden que busca la verdad, por la cual es llamada ideología dominante. Luego que se presenta esta tesis el marxismo marca la diferencia con el alejamiento de la clase dominante, ya que el proletariado se hace aún una clase universal.
La postura de Max Horkheimer en su teoría tradicional y teoría crítica afirma que tampoco el proletariado o el marxismo marcan la diferencia entre la ciencia de la burguesía con el predominio de los motivos económicos, para la explicación de la historia, por lo que dice: la situación del proletariado no constituye una garantía de conocimiento verdadero… “pasa por alto el hecho de que la renuncia al esfuerzo teórico vuelve a esas masas más ciegas y más débiles de lo que deben ser”
[2].
Lo que consiste que sólo el hecho de identificar las clases dominantes sobre el proletariado es una posición incorrecta, ya que no se tiene una garantía de verdad. Por eso, no existe una clase social a cuyo consenso no podamos atener, pues nada garantiza que cualquier grupo pueda volverse limitado y corrupto. Lo que se trata es de reconocer la especificidad de la pretensión de verdad, de tal manera que podamos denominar una vía negativa con anhelo de verdad, reconociendo que no se puede decir nada positivo con respecto a lo absoluto. Por lo tanto, hay que emitir una teoría critica, sin anhelo de determinar ese absoluto.
La teoría critica destaca las injusticias vistas en las experiencias o en las falencias de las sociedades, lo cual representa un gran paso para la ruptura con la metafísica tradicional, pues no pertenece únicamente a una yuxtaposición o condena moral sino que su objetivo es establecer una mediación entre el nivel normativo y el descriptivo para proponer un sentido capaz de guiar las acciones.
Esta es la tesis que se encuentra en la base de la Dialéctica negativa de Adorno, donde el conocimiento tiene otra luz iluminadora del mundo que la arroja a la idea de la redención, aunque sólo sea en un grado mínimo. Dicha noción contiene una descripción de la racionalidad que supera la antinomia entre razón objetiva y razón instrumental.
[1] Cfr. SERRANO, Gómez Enrique. Kant y el proyecto de una teoría crítica de la sociedad.
[2] Ibíd. Pág. 127.

praxis filosófica

Aristóteles y Platón se distancian en cuanto a filosofía se refiere pues se ve una jerarquización entre saber y actuar. Éste ejercicio dialectico recupera una manera práctica de la identidad, que se ve amenazada por la relación particular de la acción. Sólo puede ser sustentada la dialéctica en cuanto forma del saber mediante la ejecución de la praxis. Ello no implica que teoría y praxis estén separadas por la institucionalidad de la dialéctica, aún viendo una tensión entre ambas.
Platón aparece afirmando que es claro hablar de la acción cuando se sabe, por medio del observador experto cuándo actuar y siempre buscando el Bien. Existe una tesis afirmando que nadie comete injusticia voluntariamente, pues el actuar voluntario descansa en el saber de la cosa[1]. Es así que sólo el saber puede valer como fundamento del actuar, teniendo siempre la idea del bien, cuya realización práctica sería abandonada al arbitrio revelando el saber sacado de la praxis.
La diferencia entre justicia voluntaria e involuntaria es un tanto superflua porque la tesis sobre la involuntariedad al actuar queda a salvo, pero por otra parte, el daño involuntario que surge puede ser considerado como injusto, pero la acción tampoco puede calificarse de voluntaria en el sentido de aquel que es hecho con conocimiento. Para Platón la acción aparece únicamente como función de una acción, por lo que el saber de la acción se limita a las convicciones fundamentales autenticas de las que se origina el propósito.
La fórmula de la identidad entre ignorancia e involuntariedad está muy estrecha con relación de una acción y una actitud. “a la mala acción corresponde un determinado saber, mientras que, por el contrario, la ignorancia que se disculpa restringe de manera muy decisiva”[2]. La brecha que separa tanto a Platón como Aristóteles, es con relación a la determinación del saber práctico sobre el criterio del actuar voluntario.
Según Aristóteles, la voluntariedad del actuar distancia en la acción y en el movimiento que tiene el origen quien actúa, dado que toda acción precisa de una causa. Por esto, la maldad reside en la ignorancia y esta conlleva a la involuntariedad sólo en la medida en que se refiere a las condiciones concretas de la acción.
[1] Cfr. ZENKERT, Georg. Praxis Filosófica; el saber Práctico y la vida teorética. Mayo 1997. Pág. 152.
[2] Ibíd. Pág. 153.